La voz.

Mar enviudó joven, tanto que casi no lo recuerda, nunca volvió a mirar a otro hombre, tenía miedo de que su difunto volviera desde dónde estuviera para reprocharle su falta de respeto. Era algo que hacía muy a menudo en vida, si se entretenía hablando con el carnicero, la acusaba de coquetear con él, y todo, todo era una falta de respeto. Así que Marta cuando descansó (ella más que él) decidió no tentar a la suerte con otro hombre, no le fuera a salir rana, pero sobre todo no fuera que D. Santos Rodríguez decidiera volver.
La gente pensaba que había estado tan enamorada, que nunca superó la muerte de su marido. A ella no le importaban las habladurías de la gente, vivía feliz, tranquila y enamorada. Enamorada de una voz, de un locutor de radio que no tenía cara, ni manos, ni piernas, era una voz, pero a ella le bastaba, ella le hablaba y él contestaba solícito a sus preguntas, era feliz en su delirio y nunca necesitó nada más. ¿ Quienes somos los demás, para juzgarla? ¿quién puede condenar a alguien por arrancarse la soledad a mordiscos? ¿quien sabe?, lo mismo, los locos somos nosotros.

Que buena compañera la radio, que de horas de soledad elimina a mucha gente solitaria y que encima esta rodeada de gente, por desgracia hay muchas "MARTAS", la radio de noche tiene magia y en la oscuridad la voz de locutor parece que esta hablando solo para ti...
ResponderEliminarUn saludo.