La vieja de los gatos

Anita Perales, vivía sola con sus siete gatos. Les hablaba, decían que eran sus jefes. A nadie le sorprendía que una vieja chiflada hablara sola por la calle o acunara a sus gatos como si fueran bebés.
Al fin y al cabo, en la soledad hay un punto de locura, ¿no?. Nunca nadie prestó atención a los desvaríos de la vieja loca, si decía que compraba carne porque su gato se la había encargado, y si no se la llevaba se la comería a ella., nadie se paraba a examinar lo que decía y no le  daban importancia.
Anita obedecía órdenes de sus gatos, que a su vez eran comandados por un gato persa que les hablaba a través del limonero del patio. Ella sabía que tanto sus gatos como el gato persa, eran de otra planeta: un planeta gobernado por adorables felinos. Así que, cuando de noche salía, cuchillo en mano y le rebanaba el cuello a una jovencita para que sus gatos bebieran su sangre, no lo hacía ella, si no sus gatitos. ¿Quién iba a sospechar de una ancianita?. Los gatos le decían lugar y hora al que debía acudir para encontrar a su víctima, ella solo era el tembloroso brazo ejecutor.
Cuando la mañana de un 12 de agosto el fuerte hedor que flotaba en la escalera del edificio de Anita, hizo que los vecinos llamaran a la policía y encontraron a Anita semi-devorada por los gatos, nadie pareció sorprenderse; los viejos están locos, - ¡ pobrecita, estaba tan sola!,-  decían todos, pero mientras estuvo viva, nadie la atendió, nadie la escuchó, nadie le preguntó como estaba....






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