Y por fin (de momento) El Otoño

 


Parecía  que el verano se nos había agarrado fuerte, no terminaba de irse.

Cuando anuncian una ola de calor es seguro que  se va a cumplir, es seguro que vas a cocerte en las calderas de Pedro Botero,  que se ha subido al planeta Tierra,  para hacerte la vida imposible. Pero, cuando anuncian lluvias y tormentas, el anuncio apenas dura unas horas. La lluvia se disipa, como se termina desvaneciendo todo lo que es necesario, todo lo que es bueno.

Hemos llegado al ecuador del mes de las castañas,  y aún colean las últimas tardes en los chiringuitos de playa, todavía hay gente en ropa de baño, paseando por las calles de las ciudades costeras, dejando una estela de crema solar con olor a coco, a aceite de moni, y a los aromas de  un verano que,  debería ser ya, un recuerdo remoto.

De repente,  (después de mucho anuncio), llueve, un poco. Sólo un rato. Apenas se moja el suelo. Ya está seco. Desprende un calor húmedo,  que hace que el ambiente sea más sofocante.

Esperamos este otoño que no quiere venir, que no se quiere quedar, como quien espera un tren, con el ansía del viaje, con las ganas de conocer lo que nos espera al otro lado.

Con los deseos de iniciar, por fin, la retirada, la catarsis, el periodo de introspección que nos lleve a  purgar los excesos del verano. Ansiamos el alejamiento social, el cambio  de armario, la renovación de las ganas y de la vida.

Miramos a las ventanas buscando ese aire fresco que hincha las cortinas y refresca las casas,  las esperanzas y   la existencia, en general. Ese aire renovador, que trae, las memorias de otras vidas y  de otras ilusiones. El ambiente renovado que empequeñece, por fin, el hastío del estío.



El verano es bonito, está muy bien y es necesario hacer ese paréntesis en las  vidas, pero no puede ser eterno, no debe ser eterno, porque, lo eterno ya no se disfruta.

En algún momento hay que volver a la rutina,  disfrutar de unos rayos de sol que ya no calientan igual, que ya no queman, hay que volver a complacerse de la vida desde dentro. Ver los tejados relucientes de lluvia, volver a  caminar deprisa,  porque el agua rebota en el suelo y te moja las piernas. Observar las gotas de lluvia en las hojas de las plantas, que deseaban volver a desplegar su belleza, para poder renovarse desde la certeza de que,  después de la lluvia  y de las heladas, renace una nueva primavera palpitante y vuelta a empezar.

Es el ciclo de la vida, el orden natural de las cosas, que nos hemos empeñado en alterar, por no saber vivir, por querer alargar y estirar la dejadez indolente del verano.




Comentarios

  1. Alegría de leerte, me gusta tu texto estoy muy contigo, la vida parece que la hemos alterado un poco y a mediados de octubre y como bien dices hay más gente en manga corta que con abrigos y botas katiuskas.
    Todo llegará ,espero que en orden y no en daños que afecten al los campos y los hogares.
    Un besote.

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  2. Por aquí todo se ha quedado en un anuncio prometedor pero que viene despacio. Abrazos

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    1. Demasiado despacio, Ester, es como que la vida no termina de seguir su curso.

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  3. Pues por aquí de lluvia nada, nubes grises todas las del mundo.
    Aprovechando que las calles de Zaragoza el fin de semana estaban imposibles de gente, y a mí los barullos no me van, he aprovechado para hacer el cambio de armario con la esperanza de que venga el fresco....... pero me he dado cuenta de que casi todos los vestidos de invierno los tengo sin mangas...... ésto no va bien.
    Me alegra leerte, te echaba de menos. BESICOS.

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    1. gracias! es que en España, al menos en el Sur el entretiempo no existe, un día es verano y al siguiente invierno.

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  4. Hemos tratado tanto de estirar el verano, que ya se han hartado hasta las lagartijas y los niños ven un charco y no saben ni chapotear.
    Estamos consiguiendo una aridez, que las tormentas del desierto africano de Enya, van a parecer un pin-pan-pun de feria.
    Y yo mientras dudando, si me pongo la camiseta de tirantes o no.
    Un abrazo.

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    1. Al final el sur será un desierto, estuve por la sierra el fin de semana y no hay agua, ya no suenan los arroyos, falta la alegría del agua corriendo liebre por la sierra.

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  5. Las tan esperadas lluvias se hacen de rogar.

    Besos.

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