Situaciones absurdas (que sólo me pasan a mi)


Crónica de una caída

Estoy en la oficina.
Me acerco a mi sitio.
En algún momento, me agarro a la mesa (y no sé por qué).
Visualizo, como a cámara lenta,  que me caigo, y efectivamente me caigo.
De repente, la mesa y todo lo que hay en ella,  está por encima de mi cabeza y yo estoy debajo.



He oído un estruendo, y aunque no sé muy bien de dónde viene, imagino que es el impacto de mis posaderas en el suelo.
Aquí me debato entre:
Echarme a reír.
Echarme a llorar.
Fingir mi propia muerte.
Reptar por el suelo hasta alcanzar la puerta del patio, y no volver nunca más.
Levantarme y afrontar, como la persona madura que se supone que soy, la situación y el bochorno.
Opto por la madurez (una que es mu pro).

Tardo un nanosegundo en incorporarme con los brazos en alto y la mirada perdida diciendo: “no me he matado”, “estoy bien, que no me he matao, eh?”
El mismo nanosegundo, que tardan cinco tíos, en venirse pa mi corriendo con los brazos abiertos, pensando si partirse de  risa está aceptado por las normas básicas del civismo laboral, o deberían preocupase porque a la yaya le ha dao un vahído.
Cuando consigo sentarme, decido no levantarme más hasta la hora de irme a casa, aún a riesgo de mearme encima.
Resuelvo no volver a levantar la vista del  teclado en la vida, (bueno al menos en lo que queda de jornada),  mientras me aguanto la carcajada, porque no se puede ser más torpe.
Lo cuento en el grupo de la familia (a veces parezco tonta):
Familia ¿Pero cómo ha sido?
Resto de familia: ¿estás bien?
Ali (mareada): No, si yo estoy bien, muerta de vergüenza, pero vamos…
Familia: ¿Pero cómo te has podido caer en una oficina? 
Emoticono
emoticono
emoticono.
Ali (muy mareada): Ains, po no sé
La última parte de la familia: Hija, eres tonta
Llego a casa y el recibimiento de mi único vástago es: “Alicia, en serio te has caído en la oficina?”
Paso todo el día, como inestable,  no sé si mareada, acojonada, o muerta de vergüenza, decido pasar a andar al modo abuela: agarrándome a las paredes, por si acaso.

El aceite de coco


Mi era como follower de instagramers que se peinan y se maquillan, me ha llevado a  una continua  experimentación mediante métodos heurísticos (tipo ensayo- error, con más error que ensayo) con elementos  tan poco convencionales, como el aceite de coco para el pelo.

Primer  intento
Lo uso como mascarilla, la noche antes.
Resultado:
Pelo bien.
Funda de la almohada en remojo una mañana entera.
Segundo intento
Es muy temprano.
Estoy medio dormida.
Me enajeno mentalmente, y decido probarlo como acondicionador.
Resultado: (a media mañana)
Me noto el pelo húmedo.
Voy al baño y me veo el pelo pringoso, muy pringoso, (no os lo podéis imaginar)
Me lo intento recoger con una horquilla y una pinza, que es lo único que tengo, soy un cuadro, me quiero morir.
Conclusiones  finales del experimento:

Usar sólo un rato y lavar muy bien el pelo.


La señora fans del anís

Me voy a una ruta de senderismo con una empresa de turismo rural.
Coincido por segunda vez con una señora majara.
Paramos en una cafetería a tomar agua o un  refresco antes de empezar.
Pido agua.
Ella pide un anís.
Ali (flipando): ¿Anís?
Señora majara: Pa abrir los bronquios, que estoy resfriá
Senderista anónima: ¿Y no es mejor Vips Vaporub?
Señora majara: ¡Que va!
Ali (flipando aún más): ¡mae mía!
La señora majara se pasa la toda la primera parte de la ruta expulsando bocanadas de aliento calentorro y dulzón y caminando apoyada en los bastones con un andar errático y confuso, mientras que senderista anónima y yo nos tiramos por los suelos de la risa.
En la segunda parte la señora majara baja de la montaña como una rosa, senderista anónima se lamenta porque le duele todo,  y yo empiezo a bajar al modo lagartija (lo que viene siendo reptando).



La señora majara me dice (con sonrisita de cabrona redomada):
-         - Hija, estás oxidailla, ¿no?  o haces más deporte o no vas a durar mucho.
Al llegar a casa, me tomo un ibuproferno y acto seguido decido que ha llegado el momento de morime y me echo a morir.


Comentarios

  1. Nada como una caída en colectivo

    Besos

    ResponderEliminar
  2. Ahhhh, Alicia... cuánto te he gozado. Me he identificado en las tres anécdotas. A reír juntas, porque el suelo a veces queda más cerca de lo que imaginamos, y vamos a tomarnos un súbito rato de meditación debajo de un escritorio o lo que quede más cerca en la caída. Porque los tratamientos cosméticos tienen su magia, más el truco que no nos dicen, hasta que solitas debemos descubrirlo, como el aceite. Y porque no conviene medir condición física con señoras majaras. Jajaja. Te quedó genial esta entrada.
    Besos.

    ResponderEliminar
  3. Buenas , me alegro de leerte y encima nos has regalado un tres por uno , me han parecido de lo más divertido ( menos la caída) aún ha si , tiene guassa que manera más tonta , pero hija esas cosas suceden hasta en las mejores familias , lo importante es que a ti no te haya pasado nada , la vergüenza se pasa en un plis , plas ...
    lode la señora de anís lo más jajjaj , desde luego contenta seguro que iba camino a Soria jajaj .
    Un fuerte abrazo y lo dicho me alegro de volver a leerte.

    ResponderEliminar
  4. Yo me he reído, no de ti, que quede claro, contigo. Cuando me he caído primero miro para ver quien me ha visto y luego me río, imposible contenerme, salvo si me duele algo. Sobre los consejillos, ni aceite ni anís. Saltos y brincos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo me levanto en un micro segundo, no sea que me vea alguien.

      Eliminar
  5. ¡Buenísimo! Eres única querida Alicia, contando esos casos que te ocurren, pero que yo me identifico con ellos, sobre todo con la caída y con el aceite,jajaja. Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La lección es no hacerme caso de las instagramers, ni medirme con señoras que toman anís.

      Eliminar
  6. No puede NO reirme sobre todo porque me paso varias veces.
    Pero sobre todo aprendi que hay que tener cuidado con los consejos de las señoras y los instagram!

    Beso enorme!

    ResponderEliminar
  7. Si te sirve de consuelo, yo también me caigo a ratos. Una vez, en mitad de la calle. Eso sí, me levanté ipso-factísimamente gritando:-"¡Estoy bien! ¡Estoy bien"-, con un dolor de brazo insoportable. Pero ahí estaba la tía, aguantando el tirón.
    jajajajajaja

    Un beso!!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Comentando que no criticando.

Entradas populares