Los tíos hoy

Hoy he ido a tomar café con un compañero y después de pedir en la barra, ha cogido mi taza y me la ha llevado a la mesa.
Normal, ¿no?, pues me he descubierto a mí misma   (al borde de la lágrima) , echando la vista atrás en el tiempo, a ver si conseguía recordar la última vez que un señor se tomó una molestia remotamente parecida por mí.
Me gusta que un hombre me sujete la puerta, mientras me cede el paso, no veo atisbo de machismo en un gesto de caballerosidad, llamadme anticuada. Me gusta que me ayuden a ponerme el abrigo, que me ofrezcan el brazo para subir o bajar una escalera, si llevo taconazo, vamos,  lo normal,  y no me siento ni ofendida, ni atacada. Me siento ofendida si me dicen "no puedes hacer esto, porque eres una tía", pero no si tienen un gesto bonito hacia mí.
Parece que esta moda de nosotras podemos, nosotras lo valemos, nos ha dejao en suerte una generación de tíos incapaces de decir: “tengo ganas de verte, te recojo para cenar”, ahora lo tienes que adivinar y decirlo tú, esto está muy bien si el señor en cuestión merece la pena, pero si resulta un zafio y encima no se entera de nada nunca sabrás si no quería cenar o es que no se he enterao de ná.

En este año de cutricitas  a través de las apps del mundo del ligoteo, he aprendido:

Que los tíos están como cansaos.
Que no hay ganas de currarse nada.
Que lo puedes poner fácil, como para que un niño de primaria lo pille,  y el anormal en cuestión no se entera
Que por más que dejes claro que no buscas ni un marido, ni un padre para tu hijo,  ni un futuro yerno para tu madre, los tíos están veníos pa´tras.
Que están acojonaos, se creen que los vas a enganchar de por vida
Que no hablan nada más que de tristezas
Que jamás hacen una referencia personal, no sea que te flipes y te quieras casar con ellos.
Que en su mayoría no saben escribir.
Que si les mandas un mensaje de más de tres líneas, se pierden y ya no lo entienden.
Que agotan hasta el último minuto para confirmarte una cita, por si les surge algo mejor.
Que creen que el hecho de estar divorciada (con una edad) y madre, te coloca en una posición de desventaja tal,  que se permiten aparecer y desaparecer sin previo aviso.
Que cuando descubren que eres más inteligente, más culta y tienes más mundo, desaparecen tras una cortina de humo.

Y yo, que no pertenezco a esa corriente del feminismo más radical, que me depilo la sobaquera porque es mía y me la gana, que me pongo mis cremitas, que me gusta subirme en unos tacones y verme mona, porque sí, porque nadie me obliga (no me siento, ni me he sentido sometida nunca), que de la misma manera que me gusta dar atenciones a la persona que tengo cerca, también me gusta recibirlas, me pregunto ¿qué cojones ha pasado con los señores que te prestaban su chaqueta si resfrescaba?, ¿dónde se metieron los que te retiraban la silla y te abrían la puerta del coche?, ¿qué pasó con esa generación de hombres que te recogían en casa?, (claro que ya me ofrecen recogerme en casa y digo que no, porque ya me parece hasta raro)
Creo que he recibido más atenciones masculinas en mi adolescencia que en mi vida adulta, pensándolo bien, en mi vida adulta pocas o ninguna, ahora que lo pienso, muy triste todo.
Pues en respuesta a esas absurdas estrategias tipo desaparezco un par de días para que no me enamore, no decir nunca, “vamos a vernos”, y no hacer referencias personales para conservar las distancias, manifiesto:

Que no busco, ni necesito un marido.
Que mi hijo tiene padre.
Que no me hace falta que nadie arregle nada en mi casa, si he desmontao el lavaplatos, ya puedo con todo.
Que no necesito que nadie resuelva mis problemas, son míos, me basto y me sobro.
Que no me voy a enamorar de un pringao.
Que estoy divorciada, sí, soy madre, y efectivamente, tengo una edad, pero, de momento, no he perdío la cabeza.
Que no está en mis planes cambiar absolutamente nada de mi vida por un señor.
Que si la estrategia es desaparecer para que no me flipe, no tengo por costumbre echar de menos a nadie.
Que una invitación a cenar,  no es un paso hacia el altar.
Que mi madre no quiere un yerno para nada.
Que a lo único a lo que aspiro es a reirme, tomar unas copas y pasarlo bien, nada más, juro y pongo a dios por testigo de que no me quiero casar.
Que no soy el hada madrina de la felicidad.
Que el hecho de que un señor me invite a salir, no me va  a dar pie para ir a comprarme un vestido de novia.
Que me he agotao intentando entender esta corriente de tíos atormentaos.
Que conocer la vida personal de alguien no me va a motivar para ir a  reservar un salón de celebraciones, ni encargar las invitaciones.

La consecuencia de mi periplo por el mundocitas es que he decidido sentarme en mi casa a esperar a  un tío que tenga las cosas claras,  y que venga con la tarea hecha (voy a ir buscando un gatito, porque fijo que va a ser los más cerca de recibir calorcito que voy a estar...).
 

Comentarios

  1. Comparto tu punto de vista,siempre me ha gustado la gente amable, y me alegra mucho no tener que buscar ni encontrar en estos tiempos en los que ellos están tan confundidos. Abrazucos

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  2. Todo lo que dices es verdad, pero ellos se lo pierden.

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