Aquellos maravillosos años.




En estos dias estivales, estoy haciendo una especie de retrospectiva a mi pasado.He pensado en visitar el pueblo en el que pasé parte de mi infancia. He vivido en muchos lugares antes de este, y en unos cuantos después, pero de ningún otro sitio guardo tantos y tan buenos recuerdos.
Añoro aquellos plácidos veranos en el pueblo, antes de que mi padre, en su empeño por pasar las vacaciones viajando, nos metiera a los cuatro en el coche (sin sillitas y sin cinturones detrás) y nos llevara de gira por todo el país o nos llevara a Estepona.
Recuerdo la pasión por los misterios que teníamos todas las de mi pandilla. Estábamos convencidas de que viviamos rodeadas de fenómenos paranormales y si no había nada, nos lo inventábamos.
No. Nunca viví una experiencia extrasensorial, me hubiera encantado, pero no se nos apareció ni La Virgen María,ni la abuela difunta de ninguna de nosotras,por más invocaciones que haciamos.En el colegio siempre había alguna niña que había visto a su tia muerta o a una prima que murió al nacer,y que ni siquiera conocía, al abuelo que murió en Alemania, en la puerta de su habitación o junto a la cama. También estaban las que oían voces, pero yo (y sé que mis amigas tampoco) nunca ví ni oí nada (por más que lo intenté).
Solíamos ir a jugar a casa de Neli, era una muy grande y antigua, allí teníamos más posibilidades de encontrar algún espíritu que tuviera intención de decirnos algo. Mi casa era el piso que estaba encima del banco dónde trabajaba mi padre, como era nuevo y no tenía pasillos oscuros, no invitaba a las apariciones.
La casa de mi amiga, tenía una habitación cerrada y pasar por la puerta era una completa aventura porque teníamos la teoría de que la difunta abuela,no se había ido de allí, y nos espiaba, por eso siempre pasábamos cantando a voz en grito. Un día, la puerta estaba abierta, como éramos cuatro, hicimos gala de una enorme valentía y entramos.Soportamos el pánico colectivo durante cuatro o cinco segundos, antes de salir corriendo histéricas, jurando que habíamos visto una sombra.
En aquellos felices días yo ya era un ave nocturna, me costaba dormir, así que recuerdo haber visto amanecer muchas mañanas desde el balcón de la salita. Me sentaba, sacaba los pies por la barandilla, me quedaba mirando a los tejados, y veía salir el sol .Era un momento espectacular cuando el cielo se teñía de un suave color naranja. Creo que si lo intentara, podría pintar de memoria los tejados, el color del cielo,la luz...algún día lo haré, cuando rescate mis aperos de pintar del trastero dónde están los restos del naufragio.
Entonces, cuando salía el sol, olía en mi calle a pan recién sacado del horno y a café recién hecho. Normalmente,en esos días de madrugón, me quedaba dormida a las diez de la mañana y mi madre se enfadaba muchísimo, porque en mi casa en verano, se hacía tarea.
Desde la cocina se veía caer la tarde,me encantaba cenar en la terraza, mi madre tenía muchas macetas y la brisa levantaba un perfume suave y dulzón a la vez.Por las tardes, en la panadería de al lado de mi casa hacían magdalenas y brazos de gitano y olía por toda la calle a bizcocho , crema y canela.
Como nunca cejaba en mi empeño de vivir un momento paranormal, juro que una mañana,cuando estaba sentada en la cocina desayunando, ví algo ovalado y gris oscuro en el cielo, estuvo un momento y se fué, pero nadie me creyó.

En el pueblo había un castillo y en verano hacíamos excursiones. La leyenda (en todos los pueblos hay una) contaba( o por lo menos esto es de lo que consigo acordarme) que allí habitaba el espíritu de una mujer que fue terriblemente infeliz, porque murió encerrada y que en verano cada año, sale una noche como un alma en pena por el pueblo (la historia era algo así). Contaban también, que siempre estaba en la ventana de la torre que es dónde vivió y murió encerrrada por su marido. Mis amigas juraban haberla visto, y yo que nunca la ví,también dije más de una vez que efectivamente podía verla con claridad en la ventana.(Era la única del grupo que no tenía experiencias paranormales, y no lo podía reconocer).

A mediados de los setenta, disfrazarse con cualquier cosa y beber casera de cola mojando patatas fritas , era una super fiesta, robar peritas o melocotones en el campo de cualquier vecino, era una gran aventura, hacer una excursión a cualquier sitio para merendar era un planazo, fingir que habias tenido una visión , te convertía en el héroe de la pandilla por unos días, tener una foto antigua de niños y mirarla un rato sin pestañear, era un atrevimiento porque nos daban miedo esos niños que parecían hablarnos desde el papel

Eran otros tiempos,ni mejores ni peores, pero los niños de entonces exigíamos menos, respetábamos más, éramos un poco más libres, un poco más inocentes,podíamos jugar en la calle, aprendímos a subir en bicicleta antes, sin casco y sin rodilleras, fuimos los primeros en ver verano azul, teníamos sólo un canal de televisión y nos sobraba, bebíamos agua en las fuentes públicas (y no pillábamos nada malo),nos caíamos,nos sangraba la naríz o la frente y seguíamos jugando,no nos preocupaba que nuestra ropa fuera o no de marca,no teníamos ni idea de lo que era un móvil o un ordenador, eso era ciencia ficción,jugábamos y reíamos hasta muy tarde en las noches de verano, cuando nos daban un helado era de vainilla, fresa,nata o chocolate, no había nada más, pero nos encantaba, éramos en definitiva,felices.

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