El extraño caso de las hombreras y el médico guapetón.

Como parece que tanta fiebre ochentera va a traer como consecuencia la vuelta de las hombreras, voy a relatar algo que pasó hace mucho tiempo y que aún hoy (después de veinte años), me sigue provocando pesadillas.
A mediados de los ochenta,como todos recordamos, llevar hombreras era tan necesario como lucir cardado, no se salía a la calle sin unas que estuvieran a un paso de las protecciones que utilizan los jugadores de fútbol americano.
Las solíamos llevar con cualquier camisa, camiseta, polo o chaqueta, cualquier cosa. ¿El secreto? unos velcros que hacían que se quedaran enganchadas a la prenda.
A veces, y según el tipo de tejido, el velcro no servía para nada, ahí es dónde entra en funcionamiento la imaginación de la usuaria. Los alfileres o imperdidibles enganchados a la ropa , suponían la forma más simple de resolver la dificultad.
Una mañana que tenía que hacerme una radiografía, nos fuimos mis hombreras, mis alfileres y yo, muy temprano al centro de salud. Cuando entré en la sala, me dijeron que me quitara la ropa interior, pero que podía pasar con el polo puesto (no pensé en ningún momento en desprenderme de mis hombreras,pegadas a mí y al polo con alfileres). Al terminar me pidieron que esperara. Y esperé. Esperé y esperé mucho rato, veía cómo a gente que había entrado después le daban el sobre marrón y se iban. Y seguía esperando, cuando ví a un muchacho monísimo con su bata blanca (impecable) entrar por la puerta por la que yo había salido. Paso un rato más y una enfemera me llamó. Entré. En una mesa estaban el guapo, la enfermera y el celador, y en esa especie de pizarra luminosa una radiografía rarísima como dos pinchos enormes a la altura de los hombros. Todo el mundo la miraba con cara de. "Esto es raro, raro..."
Me dijeron que me sentara y me hicieron partícipe de su preocupación: No sabían lo que eran esos pinchos.De repente (unos dos minutos eternos) la enfermera me mira las enormes hombreras y me dice:
- ¿Cómo las llevas sujetas?
- Con alfileres, dije con un hilo de voz (entre la presión del momento y los ojos verdes de el de la bata blanca impecable,no podía ni hablar).
El resto, os lo podéis imaginar: yo como una amapola, todo el mundo riéndose de mí y de mis hombreras y la dichosa radiografía con los pinchos, colgada, expuesta a que cualquiera que entrara pudiera verla.
No hace falta que diga, que ese día supuso para mí el fin de una era: la de las hombreras, infame símbolo de lo más hortera de los ochenta.

Comentarios

  1. jajajajaja, que corte, no??? Volviste a ver al médico? ;)

    Yo no entiendo cómo podiamos ponernos esas cosas, me veo en fotos y me dan ganas de llorar. Mi madre llegaba a coserlas al tirante de sujetador....uff cuando hablo de hombreras no puedo evitar visualizar a los Locomia...qué horror

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  2. La próxima vez que visite mi blog, baja hasta el final de la página principal, y verás una foto mía de 1986, no te digo más, seguro que la habrás visto, pero a mi los años 80 no me los quita nadie, ver y ser visto que mejor entretenimientos, chupas de cueros, llenas de chapas, vestido de "luto" riguroso de los pies a la cabeza y peinados que desafiaban las leyes de la gravedad, vivan los 80 y las hombreras, je je je un saludo.

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  3. Ja Ja estuvo buenisimo, todo lo que has compartido ha sido un placer leerlo.

    Te dire que yo me veia a la inversa porque soy mas bien chica y bueno con los hombros en su lugar asi que las hombreras me desproporcionaban motivo por lo que las evitaba lo máximo posible.

    Cariños

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  4. Te buscaré Mamé, los ochenta fueron muy buenos en música, pero terribles en estilismos.
    Sielo, no volví a ver al guapo.Afortuanadamente, estaba en prácticas y le perdí la pista.
    Abu, yo mido un metro y medio, y me daba lo mismo, ¿ te imaginas las pintas con el metro y medio de altura y lo mismo de ancho? ¡cuánto daño hizo locomía!!

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