La primavera.

Me propuse muy firmemente no seguir criticando frivilodidades del tipo la cabeza de mi vecina la del quinto que empezó con unas mechitas y ya es rubia platino, que la de enfrente se compra una talla 38-40, para no respirar en todo el día, que una vecina  muy tontita que tengo se ha puesto como una vacaburra, en fin, que he decidido ser un poco más seria. Pero claro, yo tengo vocación de colaboradora del Sálvame y no lo puedo evitar.
Vamos por partes, en esta parte del mundo, no existe el entretiempo, hay dos opciones: o te hielas de frío, o te asfixias de calor. En medio no hay nada, con lo cual vestirse en primavera, es una tarea complicada , que hemos resuelto con grandes dosis de imaginación y muy poca vergüenza.
La colorida estación llega primero al Corte Inglés, a Zara, a Mango, y ..¡de repente!, un día te acuestas con el pijama de franela y te levantas en ropa interior, porque has estado a punto de morir de asfixiada, así que tampoco es tan raro que nos vistamos como Dios no dió a entender.
Con los primeros e insufribles días de la primavera, viene la Semana Santa;  estilismos imposibles, mezclas de temporadas que harían palidecer al mismísimo Galiano, túnicas de nazareno, trajes de chaqueta para ellos, permanentes y  cardados de peluquería para ellas, chaquetas que huelen a naftalina, gomina, mucha gomina, corbatas de todos los colores, tamaños y formas, todo ello mezclado con el aroma dulzón del azahar y del incieso y aderezado con grandes dosis de recogimiento, oración y fervor cristiano.
Por si fuera poco están las alergias; ojos brillantes, nariz roja y goteante, ganas de estornudar, así que, si tienes alergia y te maquillas, terminas pareciendo un oso panda resfriado, y si no evidencias aún más lo que ya es imposible de ocultar: que tienes cara de eterna resfriada, (a lo besugo cabreao) y que vas a estar así toda la primavera.
Pasada la Semana Santa, viene la feria. De repente, todo el mundo está moreno y esté el tiempo como esté, hay que vestirse de verano (aunque haga frío) entre el Jueves Santo y la semana de feria se estrena toda la temporada de verano, ¡caiga quien caiga!. La verdad es que aquí no esmeramos más, pero según en que casetas, se ve cada cosa, que ni la Pantoja de Puerto Rico, en un mano a mano con Marujita, ¡cuánto brilli-brilli!. Y además está el traje de flamenca, que aunque existe la leyenda urbana de que es muy favorecedor y a todas les sienta bien, hay algunas que parecen que se los hayan tirado desde la azotea, ¿y los niños?, pase vestir a las niñas de flamenca, (lo de la flor incrustá en la cabeza con los cuatro pelos y los mini tacones encajaos en los piececitos, me mata), pero vestir a un niño con las botas de Valverde del camino, el sombrero y el fajín me parece muy grave, como para que, cuando el niño sea mayor les ponga una denuncia a los padres por daños psicológicos.
Luego el Rocío, otro escaparate de moda flamenca y no tan flamenca; el vestido de gitana con zapatillas de deporte, la rebeca tejida por la abuela sobre los hombros, lavarse los pies con coca-cola...
En fin que, me gusta la primavera, me encanta, pero hay cosas que arruinan la visión romántica de esta maravillosa estación y me desconcentran y mucho.

Comentarios

  1. Que buena entrada, merecedora de ser la editorial de cualquier periódico de tirada nacional, la primavera es el tiempo de los payasos, lo mismos los ves en chanclas que con botas de aguas, en tirantas que con bufandas... un primaveral saludo.

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  2. Yo soy fan incondicional de la primavera (siempre que el tiempo acompañe) Asi que perdono todos esos disfraces y estilismos que tan bien describes :)

    Saludos

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