Anecdotario estival.


Esto que cuento, puede ocurrir cualquier domingo de julio o de agosto en cualquier playa de España, más concretamente en cualquier playa del litoral gaditano:

Es domingo, no hay mucho que hacer, decido ir a la playa. Bajo. El coche, como siempre, aparcado al sol, está que parece una sauna. Abro el maletero, está lleno de arena, no se cómo lo hago, pero en las sillas siempre queda arena, y si hay algún cacharro de Álvaro, me puedo montar mi propia playa. Pongo mi bolsa, poca cosa: toalla, protección y un libro, el agua ya se la compraré al muchacho que se pasea playa arriba, playa abajo.

Muy bien, llego a El Puerto cuando el aire acondicionado se empieza a notar, comienza la odisea del aparcamiento, " ¡anda que.. sólo se me ocurre a mí venir un domingo!."
Por fin, veo al muchacho ( en realidad no tanto) haciéndome señas para indicarme un sitio, (por otra parte, ya casi fuera de El Puerto). Saco mi bolsa, recorro todo el parking y me acerco al paseo marítimo, el paisaje es desolador: cientos, miles de sombrillas unas pegadas a otras en el pequeño espacio de arena que queda una vez que sube la marea, niños, y no tan niños, jugando a la pelota, mini casas construidas con sábanas y pinzas de tender, padres e hijos volando cometas, y no, no queda ni un centímetro cuadrado de arena, un huequito, sólo quiero un huequito...
No me rindo, bajo para comprobar in situ que, efectivamente, no queda sitio. Pero lo consigo, si la marea sube, digamos que, una cuarta más, me arrastra a mí, pero tengo mi sitio, mi territorio.

Me he puesto al lado de Vanessa Mari y de Kevin Javier, que andan montando una especie de espectáculo erótico festivo.
Al lado, la familia, la de ellos o la de cualquiera, una gran familia. Equipados hasta las cejas: sandía en la orilla, para que esté fresquita, litrona en la neverita, termo de café, petaca para el cacharrito, binguito, y equipo de música enorme para el Canal Fiesta Radio.
Detrás de mi los orgullosos padres del cuarentón más insoportable del mundo, pedante, charlatán, insufrible, y se pregunta su santa madre por qué su niño tan listo y tan guapo sigue soltero.
Al lado de los felices progenitores de tan irresistible galán , una peliteñida de unos cuarenta años en top less mandando mensajes con el móvil a todo el mundo.
La abuela de la familia, los de la sandía, con una batita de flores oscuras remangá , le grita la Davi, adolescente con el pelo mechao hasta la cintura, tatuada lo que se ve y lo que no, piercing en el ombligo (obligado), en el labio y en la ceja, que se meta "hajta el coño na ", y que "no le jaga ajoailla ar Samué".
Y yo que, finalmente, no he podido leer y que no puedo con tanto glamú, meto en la bolsa, el libro, la toalla, y me alejo pensando "es la última vez..."

Comentarios

  1. Vaya panórama que se nos presenta un domingo playero, vente para Chipiona je je je

    Un saludo desde Tomara que tu viera... y viva la fauna playera!!!!!!!!!!!!!!!!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Comentando que no criticando.

Entradas populares