De mil colores



Creo que los sitios tienen alma, que atesoran una impronta de suspiros y risas y  que guardan un poquito de la esencia de las personas que han pasado por allí. 







Hay lugares  mágicos,  parajes que transmiten una paz especial, son un refugio, como un vórtice a salvo de la contaminación social, por eso hay espacios que te cambian por dentro y nunca vuelves a ser la misma persona, porque algo ha mutado como con un  sortilegio.









Dicen que si te paras a escuchar el tiempo suficiente, el cielo te cuenta mil historias. Historias de batallas, de amores y desamores, historias de colores, historias alegres unas, tristes las otras, pero historias al fin y al cabo,  que merecen ser contadas porque ya fueron vividas.








Hace unos días tuvimos la oportunidad de hacer una ruta de senderismo nocturna, y terminamos con un taller de estrellas  y constelaciones.



Lejos ya, de los datos puramente  empíricos, que no están mal, me quedo con  las leyendas, los cuentos que alguien inventa para explicar por qué están ahí las estrellas.


Osa Mayor  
Indios americanos
“Cuenta una leyenda que cuando la Tierra era todavía muy joven, un indio americano envió a sus siete hijos al bosque para que aprendieran a leer el viento. Ellos entraron en el bosque y anduvieron silenciosamente, mientras escuchaban cada uno de los sonidos del viento. Cuando llegó la noche, encontraron un lugar donde descansar y dormir. Las estrellas que cubrían el cielo eran muy brillantes.
Durante la noche, un extraño sonido despertó repentinamente al hermano mayor. El viento estaba cantando. No podía entender la canción, pero al mirar a las estrellas vio un reflejo brillante en las Pléyades. Se quedó muy sorprendido. Parecía que las estrellas brillaban siguiendo el ritmo de la canción del viento.
Inmediatamente despertó a sus hermanos para que escucharan la canción del viento y le ayudaran a entenderla. Se cogieron de las manos y empezaron a bailar. La canción creció en intensidad y su baile se hizo más intenso. De repente empezaron a elevarse hacia la estrella brillante, que era la más joven de las siete hermanas Pléyades. Ella se había enamorado del hermano más joven, Mizar. Desde entonces, Mizar y su amor, alcanzado gracias a la canción del viento, pueden ser vistos por aquellos que gocen de buena vista, en el mango del Gran Carro, el hogar de los siete hermanos”



Mitología griega
“Calisto era una ninfa, hija de Licaón, rey de Arcadia, que pasaba la vida en el monte con el grupo de compañeras de Ártemis o Diana, diosa de la caza, virgen y eternamente joven, que obligaba a sus ninfas a permanecer también vírgenes.
Cuenta la mitología que el gran dios Zeus se enamoró de Calisto cuando ésta estaba tomando un baño, y, para poseerla sin que lo rechazara tomó el aspecto de Diana. Calisto quedó embarazada e intentaba ocultar su deshonra, pero un día que iban a bañarse, al desnudarla sus compañeras a la fuerza, quedó al descubierto su futura maternidad. Diana la apartó de sí y Calisto se ocultó durante mucho tiempo en las selvas, donde dio a luz a un hijo, de nombre Arcas. Hera, la esposa de Zeus escuchó que Calisto había parido a su hijo, por lo que en un ataque de celos, la convirtió en un osa.
Cuando tenía 15 años, Arcas se encontró un día, de cacería, en el monte Erimanto, a una osa a la que intentó matar, sin saber que se trataba de su madre. Zeus, sabiendo que se trataba de madre e hijo, convirtió a éste en oso y colocó a ambos entre las estrellas como dos resplandecientes y vecinas constelaciones: La Osa Mayor y la Osa Menor. Hera, enfadada por esto, se sumergió en el océano en busca de Thethys y Oceanos, a los que contó la historia y pidió un favor : que el oso (la constelación Ursa Major) nunca tocara el agua. Por eso, según la mitología, el Gran Oso nunca toca el horizonte.

Cuenta otra leyenda que los cazos contienen los colores del mundo y que  cuando la Osa menor está al norte (verano en nuestro hemisferio), la Osa mayor vuelca los colores de la Tierra en la en la Osa menor  y como el recipiente que  los recibe es más pequeño, estos caen a la Tierra, y pintan la primavera y el verano con  mil matices distintos.
Si es invierno es la Osa mayor la que está al norte, así que, recibe los colores sin que ninguno caiga a la Tierra.


Yo me quedo con esta última (que creo que es de los indios americanos, pero no lo tengo claro).
Sea como sea, la Tierra y el cielo encierran un millón de colores, historias y suspiros esperando a ser encontrados, a ser oídos. sólo hay que prestar atención.

Comentarios

  1. Que chulada, senderismo nocturno con taller de estrellas.

    Aquí, en este Madrid insufrible, pero insustituible, no tenemos posibilidades de ver muchas estrellas, ya sea porque nos deslumbra la contaminación lumínica, o porque las lágrimas producidas por la contaminación del aire no nos dejan verlas.

    Un beso, Alicia.


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  2. Yo tambien creo que los lugares tiene alma, deben ser las que le faltan a algunos. Las leyendas muy entretenidas, me ha faltado el circulo de amigos alrededor de la hoguera. Un abrazo

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    1. El círculo de amigos alrededor de una hoguera, esta noche!

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