Viaje a Ítaca

Bajó la maleta del altillo.
El espejo ovalado de la habitación le devolvió la imagen de una mujer resuelta y segura.
Se tomó su tiempo para contemplar a la persona que la miraba desde el otro lado, ¿de verdad soy yo?.
Nunca antes había estado tan segura de lo que estaba a punto de hacer, nunca antes había sentido que sabía, de verdad, lo que quería.
El destino, la vida, o el mismísimo Universo, la habían llevado a dar tumbos sin rumbo fijo, durante mucho tiempo, desde aquel fatídico día en que su mundo se derrumbó.
Pero en el fondo de su corazón sabía que antes o después tendría que hacer algo único, grande, no podía conformarse con ese devenir monótono y absurdo en que se habían convertido sus dias . No podía permitirse el lujo de desperdiciar su vida con un lamento eterno y lastimero.
Con la parsimonia que da la seguridad de hacer algo que va a cambiar por completo el ritmo del tiempo, colocó en la maleta unas sudaderas y la poca ropa de deporte que tenía. Allá dónde iba no iba a necesitar mucho más.
Cuándo el alma sabe a dónde va, el cuerpo no necesita nada, poca cosa, apenas algo para cubrirse. Era un viaje el interior de su alma, su viaje a Ítaca, su última ida sin vuelta.
Cogió la maleta, se despidió de la casa que la había visto retorcerse de dolor y cerró la puerta como quien cierra una etapa, como si con ese acto curara para siempre las cicatrices de su alma.
Empezaba el camino. Desde el taxi veía pasar los edificios, lo árboles, la gente, todo parecía tener otro color, el color que tiene todo desde la distancia.
Decía Kavafis:
Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones
ni a los cíclopes ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado,
si selecta es la emoción
que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias a aprender,
a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años y atracar,
viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto,
con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas

El viaje, empezó justo en el momento en que tomó la decisión  de marcharse, de cerrar la puerta a todo aquello que le había destrozado el corazón y abrir las ventanas a lo que quedaba aún por vivir.
No importa el destino, importa el camino y lo iba a hacer con el convencimiento de que siempre se puede empezar de nuevo y segura de que su sino,  la esperaba, tardara lo que tardara...así que decidió disfrutar del camino y en ese mismo instante fue feliz.






Comentarios

  1. Que hermoso es el poema de Cavafis, es cierto Alicia, cada quien tiene su Itaca personal al que tarde o temprano llega, bien con la acción de hacer maletas, o dejando atrás pasados que pesan como lastres y no nos dejan avanzar...
    Me encantó tu entrada, un abrazo

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  2. Tambien yo hice mi viaje a Itaca y me sentí bien. ayudando a pesonas que necesitaban mi compañia.
    Me encantó el escrito y el poema.
    Un abrazo de una nueva seguidora.

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  3. Una entrada que he disfrutado a tope con Kavafis y su viaje a Ítaca, por si fuera poco.

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