Juventud, divino tesoro

Es realmente penoso, como se estropea una, de verdad.
Antes podía andar lo que me echaran que ni me cansaba, ni estaba para el arrastre al día siguiente.
Antes, podía empezar la feria un domingo y terminar al domingo siguiente como una rosa.
Antes me paseaba por todo el casco antiguo con unos tacones de infarto y no pedía a gritos la amputación de los pies.
Antes, hacía y decía lo que me daba la gana y nunca tuve la sensación de haber hecho daño, ahora cuido lo que digo y aún así siento que muchas veces voy como elefante por cacharrería.
 El sábado estuve en una ruta nocturna de ocho kilómetros, vamos que no era para tanto y llevo desde entonces a ibuprofeno porque me duelen los gemelos bestialmente.
La ruta estuvo bien, con gente normal (hemos llegado al punto en el que juntarme con gente normal es la excepción).
Al final del trayecto,  nos tumbamos en el suelo y tuvimos un taller de estrellas, una maravilla.
El cielo claro de los veranos del sur, permite divisar muchas constelaciones y es realmente bonito, peeeeero y aquí viene la parte menos romántica del tema,  la tumbadita en el suelo, me dejó  la espalda destrozá.
¿¿¿No es pa querer morirse de la pena???.
¡Que lejos quedaron esos tiempos en los que no me echaba a la espalda los sentimientos de la gente, en los que estar tumbada al raso era eso, algo espontáneo y bonito y en la que no temía a los achaques posteriores.... !
Juventud divino tesoro...!!!!