No escuchan , los tíos no escuchan.

Vale, nunca he negado lo de mi incontinencia verbal. Me salen las palabras a borbotones, pienso mucho más deprisa de lo que puedo hablar, (porque ralentizo las palabras, vocalizo para que se me en-tien-da).











Si supierais la de cosas que no digo y que se quedan en mi cabecita, rondando, deseando salir, me pondríais, calle, monumentos, plazas y rotondas, porque me  lo merezco, coño, me merezco un reconocimiento por lo que digo, que es mucho, y por lo que no digo, que es más.

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De todos es sabido que el género masculino es parco en palabras (y en emociones),  hay señores un poco más huraños que les cuesta hablar ( o escribir),  hay otros que, básicamente hablan de sí mismos y de sus bondades y/o virtudes, como si trataran de venderte un crece pelo en una feria cualquiera,  y otros hablan de sus tomentos, sólo de los suyos, da igual que a ti se te haya caído una maceta en la cabeza, te dirá “eres fuerte, seguro que lo superas, en cambio yo estoy agobiadísimo porque, blablablá…”.



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 Hay por ahí un estudio que dice  que la voz de la mujer agota al cerebro masculino,

 
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¡ejem! Nosotras  entre nosotras no nos agotamos, ¿no? , además  esto no me sirve como excusa si la comunicación es escrita.

Que no , que ellos no escuchan, toda la vida ha sido así, se podrán poner una careta de sensibilidad, te escucharán dos segundos, tres, lo suficiente para poder hablar ellos mismos, de sus infortunios o de sus bondades, pero nada más.

La triste condena es que escribirás mensajes que ocuparan la pantalla completa del móvil, buscarás tus mejores palabras, tus mejores expresiones de ánimo, mandarás tus mejores deseos y toneladas de luz y recibirás una mierda de emoticon con una mierda de besito virtual.