Y tengo por costumbre...



Que el ser humano es un animal de costumbres, lo tenemos claro.
Hay costumbres, que están muy bien: tipo hacer ejercicio, comer sano, unos minutos de meditación, ser amables por sistema y unas cuantas cosas buenas que hacemos por nosotros mismos y por los demás cada día, y luego están los atentados contra nuestra propia integridad, los sequelaestoycagandoperovoyaseguir., que deberíamos aprender a frenar, pero no lo hacemos, porque ¿de qué nos íbamos a quejar luego?

Y como para muestra bien vale un botón, aquí los botones, los míos (y los de mucha gente, espero):





Tropezar más de una vez con la misma piedra (léase  columna del parking, y  cogerle cariño a la piedra-columna).












Tomarte más de tres vinos, aun sabiendo el infierno resaquil que viene luego y que cada vez es más largo.
Poner un bucle infinito de la misma tristeypenosacanción para poder llorar a gusto (una y otra vez)
Viajar más de una vez al mismo país cuando quedan decenas por visitar



Subirse de nuevo a  la montaña rusa, sabiendo que cuando estés en lo más alto,  llorarás desconsolada (esto es válido para el momento enamoramiento de un idiota)







Tomar el sol todos los años con la  protección puesta a trozos y por ende quemarse siempre como a manotazos.
Pedir por enésima vez en un mexicano el plato más picante y morirte por las esquinas a las dos horas.
Pensar que la gente actuaría igual que tú.
Darlo todo en la pista de baile cada sábado y tener que tomarte un ibuprofeno el domingo.
Jurar en arameo volver a casa  pronto,  porque hay que madrugar, y volver a las mil.
Salir de fiesta con unos zapatos que sabes que  te harán daño, pero hacerlo, porque son taaaan bonitos.
Perdonar engaños y críticas.
Regalar tiempo a personas que sabes  te van a fallar, pero lanzarte a hacer el idiota,  por si cambian.
Esperar que cambien.



Pegarse leches contra un muro, como el murciélago tonto que entró en mi casa, no porque el muro sea especialmente guapo, ni divertido, ni porque tenga una estimulante fluidez verbal , más bien,  porque te da pena del muro, tan triste, tan desesperanzado, tan derrotado, tan vulnerable, ¡pobre muro!










Seguramente atento mil veces más cada día,  contra mi propia persona, lo único bueno, es que mi ángel de la guarda, que debe estar tramitando ya  una baja por ansiedad, trabaja las 24 horas y siempre, siempre,  salgo indemne, algo estaré haciendo bien.




Comentarios

Publicar un comentario

Comentando que no criticando.

Entradas populares