El adolescente, ese ser que vive cansao.
Un adolescente es un ser (humano),
de momento no hay evidencias de que en el reino animal pasen por la edad de la tontería, que no es ni un adulto, ni un
tierno infante.
No tiene claro lo que opina de su progenitora, unas veces eres guay y otras te espeta un: “no te flipes, tanto”. En este punto, los amigos son fundamentales, si te haces la guay con los colegas, tienes medio camino hecho.
Está muy cansado, mucho, agotao, y se te pasa por la cabeza tirar de jalea real o de un chamán que le haga un conjuro o algo.
No se mueve del sofá nada más que para ir al baño y si acaso para comer, y lo hace como si acabara de pasarse la mañana cargando sacos de arena o algo, prácticamente repta por el pasillo.
Lo mismo arregla su habitación (un poco solo, sin estrés), que te deja el salón que parece que se ha celebrao un festival de música indie o algo.
Tiene la desfachatez de, después de dos meses de vacaciones, decirte que le estresa ir a comprar y ver anunciada “La vuelta al cole”.
Anda ahí, a medio camino entre
estar muy cansado para llevar un vaso a la cocina, y pasar una tarde entera sin
parar de tirarse desde el puñetero trampolín más alto, mientras tú, como madre del majara en cuestión, sufres varios micro infartos cada vez que lo ves lanzarse
al vacío al grito de bomba.
No tiene claro lo que opina de su progenitora, unas veces eres guay y otras te espeta un: “no te flipes, tanto”. En este punto, los amigos son fundamentales, si te haces la guay con los colegas, tienes medio camino hecho.
Está muy cansado, mucho, agotao, y se te pasa por la cabeza tirar de jalea real o de un chamán que le haga un conjuro o algo.
No se mueve del sofá nada más que para ir al baño y si acaso para comer, y lo hace como si acabara de pasarse la mañana cargando sacos de arena o algo, prácticamente repta por el pasillo.
Lo de la comunicación con un
púber, es un mito; no emite más de tres
palabras al día, amén de un par de sonidos
guturales, que unas veces sirven como respuesta afirmativa, y otras veces, según el día sea par o impar, o el viento sople
de poniente o de levante, negativa.
Lo mismo arregla su habitación (un poco solo, sin estrés), que te deja el salón que parece que se ha celebrao un festival de música indie o algo.
No hay una línea definida en su comportamiento,
y una nunca sabes por dónde va a salir (en el caso de que hable, porque no suele
hablar).
Tiene la desfachatez de, después de dos meses de vacaciones, decirte que le estresa ir a comprar y ver anunciada “La vuelta al cole”.
Si se digna a acompañarte a algún
sitio, no esperes que sonría, no esperes que hable, no esperes nada, limítate a
llevarlo al lao arrastrando los pies y su indignación, por
haberlo hecho salir de su encierro tecnológico.
Tiene un hueco con su forma
en sofá, a veces vas a verlo, temiendo
que el sillón lo haya engullido (al niño) y aparezca (el niño) en otra
dimensión, con los mandos de la tele, las llaves y todo lo que se ha tragado ya.
Si en un arrebato de pasión
maternal, se te escapa un abrazo-achuchón, puede zafarse rapidito, o corresponderte con un beso que sabe gloria
bendita, porque estás mu faltita de amorcito filial.
Por fin, un día sale a cenar contigo voluntariamente,
tú te preparas como si fueras a pasar un casting para la
Mercedes fashion week y el niño, tu hijo,
ese ser que tardaste quince horas en traer al mundo, quiere ir a un fast food, y te entran ganas de morirte,
pero vas, porque total, pa una vez
que quiere salir, no te vas a poner exquisita. No te has comido ni una tercera
parte del burrito, cuando el adolescente en cuestión, te está tirando de la bandeja, para que
termines, ya lleva una hora y media en la calle, dejándose ver contigo, eso es mucho.Y terminas la cena y te vas llorando tu desconsuelo, porque tú, en tu supina ignorancia maternal, habías imaginado una divertida velada con intercambio de opiniones del mundo en general, y del suyo en particular acompañada de risas y momentos felices.
Se levanta cansao, todo el mundo te
dice, (la peña entiende de todo lo más
grande), que está así porque está creciendo,
y tú te lo repites a ti misma como un mantra de autocompasión. “el niño está creciendo, por eso está cansao”,
pero luego piensas, “ya, él crece
mientras yo hago, tooooodo lo demás y mi cuerpo no está precisamente recién
estrenao”.
Lo peor, es que parece que la adolescencia , como el cansancio, no se acaban nunca.
¡Buen fin de semana!
Lo peor, es que parece que la adolescencia , como el cansancio, no se acaban nunca.
¡Buen fin de semana!
Ja, ja, ja....
ResponderEliminarLa mia tiene doce y ya ha entrado en la fase sofá pero todavía me habla, pero sí me veo reflejada en lo de salir a cenar.Miedo me da los dos años que están por venir...
Va empeorando por momentos...
EliminarSeguro que la adolescencia con el paso del tiempo sí que se acaba, todos/as emos pasado por ella, pero no nos acordamos o no quereos acordarnos, porque cuando lo hacemos corremos el riesgo de añorarla y echarla de menos.
ResponderEliminarUn saludo y paciencia.
Es cierto, echaré de menos al adolescente que vive en el sofá, cuando ande por ahí con sus amigos.
EliminarAyyyyyy el mío 14... (y tal cual...) leerlo en tí me hace sonreir, porque en mi día, desquiciadica estoy
ResponderEliminarBss ;)