Virgencita, virgencita...


Todo es susceptible de empeorar, así que, lo mejor es caminar por la vida suplicando bajito aquello de  Virgencita, virgencita que me quede como estoy.

Pues estaba yo en un momento de rajada máxima: porque tengo un pinzamiento en el hombro, porque hay cosas que quiero terminar y no dependen en exclusiva de mí, porque volvemos al horario de invierno (eso implicar tirar de tupper a diario)  y porque,  en definitiva, no tengo tampoco grandes dramas en mi vida,  y de algo me tendré que quejar, aunque sea conmigo misma, porque tampoco es que me haga nadie mucho caso.





Y en esas estaba el jueves, poniendo,  desde mis interiores,  a mis compañeros de vuelta y media, por nada en especial, por su tono de voz, por su forma de reírse (a las siete de la mañana, cohones) por sus tonterías…no sé, su mera presencia, que respiran, que existen  en fin,  lo normal entre personas de buena voluntad.


De repente,  empiezo a notar que no veo bien, limpio las gafas, una vez, dos veces, tres veces. Miro si se ha fundido una luz, veo raro, me quito el rímel, por si me está haciendo barrera o algo y finalmente,  decido que, es muy posible que me tenga que ir a la puerta a vender cupones, que con la guasa que tengo, no iba a vender ni uno.  




Me salgo al patio, tomo un poco de agua, respiro y empiezo a notar un dolor de cabeza, totalmente desconocido para mí, (tengo mis registros de dolores y este no está en la lista).





Empiezo a agobiarme y a pensar que me está dando un ictus, pero también pienso  que si soy capaz de pensar y recordar mi nombre, es porque un marichalazo no es.

Así que, sigo a lo mío: odiar profundamente, respirar para dejar de hacerlo, y esperar que el dolor pase. Más que nada, por no verme en la tesitura de decir: me encuentro mal, me marcho. Me paraliza el miedo al, más que probable,  momento celador de seis tíos, seis, viniendo pa mi con los brazos abiertos,  dispuestos a acompañarme a casa sujeta por un codito o peor aún, cogida por el brazo, como una abuela, andando despacito y avisándome de los escalones.

Al final,  confieso que me encuentro mal, pero,  para pasmo de todos, me voy en mi coche,  sin dar muchas opciones (mal, muy mal, fatal).

Al llegar al hospital, un celador (de los de verdad) me quiere sentar en una silla de ruedas,  me muero de vergüenza de pensar que ese hombre iba a estar toda la mañana llevándome de una consulta a otra, o lo que es peor, que mis desplazamientos dependieran de mis destrezas con la silla. Opto por el tradicional método de andar agarrándome a las paredes,  y esperar invocando a toda la corte celestial, que la cosa no se alargara mucho.

La cosa, que se alargó lo suyo, terminó en una migraña con aura, TAC, tardé más en quitarme todas las horquillas y pinzas, (estoy en un momento de pelo corti-largui) que en el TAC en sí, fondo de ojo, pinchazo y pastillita pa la tensión (esto y el sintrom, vienen en el manual de señora mayor) 

Cuando termino, me voy  a casa,  a llorar mi desventuras y con el firme propósito de descansar, lo que incluye desconectar el móvil, porque tengo un imán especial para que la gente me cuente dramas,  en el peor momento (el mío, que la gente vive un mal momento contínuo)

Decido que lo mejor para terminar la semana,  es hacer un sendero: un paseo por el campo, respirar aire puro, silencio, los animalitos, la paz de la montaña, en fin, lo que viene siendo un fin de semana de relax y desconexión en el campo.



Y eso era, o  eso empezó siendo. Ya la entrada al sendero se presenta difícil, ya un gran conocedor del monte, nos explica que no es buena época para ese sendero en concreto, pero como si nada (que no me da la gana de atender a las señales).

Se supone que estamos buscando una cascada, porque, yo, que llevo hasta una toalla y el  traje de baño, he visualizado una foto: LA FOTO debajo de la cascada.


Pasan los minutos y las horas deambulando por el campo, no se oye ni un rumor de agua, nos atacan unos bichos, unos cuantos sólo, luego se ve que llaman a los primos y se vienen Los Montoya  y los Tarantos en forma de plaga, que pican o muerden, que tanto da.


La cascada no aparece, de hecho no hay rastro de agua ni pretérita, ni presente, ni futura.

Llegamos a lo que parece el cauce de un río, pero no hay agua, esto no puede ser el sendero. 

Subimos. 

Subimos. 

Subimos. 

Cada vez hay más bichos. No hay un centímetro cuadrado de sombra. 

Subimos. 

Saltamos troncos y rocas, nos arañan las zarzas: Nos hemos perdido.

El Manchego no quiere llamar a emergencias, a mí no es que me encante la idea, pero bueno, no hay otra, siempre será mejor pasar esa vergüenza, que quedarme a pasar la noche en la montaña.

Llamamos. 

Encontramos una sombra. 

Esperamos. 

Los bichos defienden su territorio. 

Esperamos.


Oímos a los lejos unas voces tipo yeheeeeeeeeeeeeeeeee  y pienso ¿y el helicóptero, no me van a sacar de aquí en helicóptero?, yehheeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee.

Un señor nos grita desde otro pico, tenemos que desplazarnos en horizontal unos diez metros, sorteando rocas, troncos y más zarzas ¿y este es mi rescate, un señor gritando para dónde tenemos que ir?, ¡¡joder y hay que volver hasta el coche!!!

Llegamos a la cima en la que estaba el rescatador,  y nos pregunta si estamos heridos, nos dice que el monte en ese sentido es muy traicionero y vamos andando hasta la salida al sendero (el real).

Detrás de unos matojos aparecen un camión de bomberos, un coche de la guardia civil y otro de la forestal, no puede ser, se ha enterado todo el pueblo.


Llega uno, dos coches de la local, aquí están los perdíos, jajaja ..

Me voy,  me quiero ir a mi casa, taparme la cabeza con la manta y no volver a salir en la vida.

Como regalito estoy llena de arañazos varios, y picaduras de un bicho que prefiero no pensar cuál es.






Este finde, me quedo en casa, que llueva, que truene, que me engancho a una serie y no me muevo del sofá.

Comentarios

  1. Descansar es agotador y dicha la tontearía espero que estés genial que todo pasa y hay que seguir, y pasear por el parque, el monte es cuesta arriba. Un abrazuco

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    1. Ya estoy bien, gracias, el rescate una anécdota, aún después del susto, el monte me espera. Abrazos.

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  2. Bueno lo has escrito también que si es cierto , espero que estés mucho mejor de tu migraña , si es ficticio genial la exposición ..Y desde luego te digo como en casa en ninguna parte . Y mira que me gusta el campo y sobre todo la montaña pero que quieres que te diga en mi casa mi imaginación me lleva a los mejores lugares. Bueno hay que salir que sino nos marchitamos no hay que ser tan radical ajajaj digo yo ajjaja, Un besazo y muy feliz otoño.

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    1. Ya estoy recuperada del todo, para volver a perderme (espero que no literalmente) en la montaña.

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  3. Más vale el cuarto de estar conocido que la salida campestre y aventurera.
    Las cascadas que suele `poner en la tele, son impresionantes y menos peligrosas.
    Besos.

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    1. jajjaja aunque exista la opción del fotomomtaje, necesito la foto real
      besos.

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