El Ocaso de los dioses ( o no tan dioses).
¿Es el tiempo el encargado de poner a cada uno en su sitio?, ¿o por el contrario somos nosotros mismos los que terminamos ubicándonos dónde nos corresponde?
Quiero decir que, cuando alguien
nos daña, esperamos que el karma (tan socorrido), haga esa justicia que nosotros
no podemos, para hacernos el favorcito de poner a esa persona en una tesitura lo
suficientemente difícil como para que sufra, al menos un poco. Porque, en el
fondo, pensamos que ese sufrimiento ajeno va a mitigar el propio (ese ojo por
ojo).
¿Es en realidad el destino esa
mano justiciera que nos va ayudar a apaciguar nuestro dolor a costa de dolor
del otro?, ¿o son los otros los que, por su actos, por su ridícula forma de
conducirse por la vida, o por su falta
de empatía los que ellos mismos se colocan al borde del abismo?
A todos nos pasa: alguien nos hace daño, y no tiene por qué ser
un daño concreto y puntual, puede que, sean sólo un millón de pequeños agravios
que colman, no ya los vasos, sino los cubos de agua de la paciencia del más
santo, y queremos verlo caer. Cuando esto ocurre, cuando te das cuenta de que has estado deglutiendo
el mal rollo y la malas vibras, sin obtener ni un ¿cómo estás? sincero, automáticamente, piensas. “ya el tiempo lo pondrá en su sitio”. Pero,
¿es el tiempo?, ¿es el karma?, ¿o es esa persona sola, la que se inmola poniéndose en el disparadero?.
Deseamos todo tipo de retorcidas
torturas y desgracias, y que, además, el destino (otra vez la palabra) nos brinde la
oportunidad de poderlo ver. Pero, ¿lo necesitamos?, ¿para qué queremos ver sufrir o para que esperamos una
disculpa de alguien que ya nos ha dañado una vez?
No necesitamos ver sufrir, aunque
resulte gratificante, cuando, por fin, caen las máscaras, no vamos a ser más
felices cuando el resto de la humanidad descubre lo que ya sabíamos ¿o sí?
Bueno, reconozco que yo un
poquito sí, aún hay muchas máscaras que deben caer y muchos castillos de naipes
que terminaran por el suelo y quiero verlo, quiero estar presente cuando todo
estalle, porque (aunque no diga mucho de mí como el ser puro que pretendo ser)
después de tantos denuestos, me merezco presenciar la debacle, el estallido en las manos de la bomba, la caída. (Lo siento
Universo, tenemos un par de cosillas que pulir aún).
No voy a echar tierra encima de
alguien, que a lo largo de su existencia se ha echado solita suficiente para hacer dos campos de fútbol, pero tampoco voy a sacar la cara, por quien que,
nunca -jamás (aunque actúa muy bien, de Óscar, vamos) ha hecho nada por mí.
Sobra las medallas, faltan los hechos, me voy a sentar a ver como todo cae por su propio peso, y sí, seguramente lo disfrute y no, no voy a estar para recoger los pedazos (ya no).
Ese tiempo llegará ya verás Alicia!!
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ResponderEliminarNingún humano será un ser puro por su misma condición de humano. No te engañes.
ResponderEliminarA veces me urge que el "karma" haga su trabajo, claro que a otros les pasará lo mismo conmigo, si me lo dicen intento mejorar jeje
ResponderEliminarMe confieso culpable, a veces también me gustaría ver ésas caídas.......
ResponderEliminarBESICOS.
Gracias por Tu Bello Comentario en mi blog
ResponderEliminarEn la vida todo llega, Alicia. No importa que llegue tarde, lo importante es que lo puedas ver.
ResponderEliminar"El bien se hace pero NO se dice. Y algunas medallas se cuelgan en el alma, no en el cuello", me dicía mi madre...por si te puede resultar útil.
Besos y un fuerte abrazo, preciosa.
Hay refranes que ya describen los deseos impuros de este tipo..."A todo cerdo le llega su sanmartín" o "Torres más altas cayeron" o "Cuanto más alto más dura será caída", etc. No nos compensa en absoluto esperar tales caídas. Lo preocupante es el daño que pueden hacer ciertos individuos (y sus cortes y cohortes) mientras utilizan su poder. Saludo y por una escritura saludable.
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