La naturaleza.

Soy de las que les disfruta viendo pasar las estaciones, con  los cambios, no ya de armario sino de paisaje.
Desde mi ventana, veo la copa de los árboles de un jardín que hay al lado de casa, y veo cómo cambian las hojas de color, cómo cambia el viento, como cambia el canto de los pájaros.
Cada mañana me quedo un rato mirando todo lo nuevo que hay en el mundo, todo va cambiando, la naturaleza sigue su curso, incluso si yo decido no levantarme. El mundo va a seguir sin mí, así qué, ¿por qué perderme ese maravilloso espectáculo?
Hoy el aire corre limpio y puro, ha esquivado los humos de la ciudad y llega hasta mi ventana fresco y agradable. Poco a poco las hojas de los árboles que han ido amarilleando serán ocres y marrones y las veré volar, y las oiré crujir al caminar.
El otoño no llega porque al creativo de El corte Inglés le da la gana de sacar a una cuántas señoras haciendo un montoncito de hojas. La naturaleza sigue su curso y de repente un día explota con un estallido de color o con un cielo gris y un suelo ocre.
La estación de las vendimias,  trae consigo esa especie de retirada, ese alejamiento necesario para meditar, una catarsis en la que decidir cómo afrontar el frío invierno.
Cuando aquellos otros hombres y mujeres poblaban la Tierra, ¿quién les avisaba de los cambios de estación?, no se preocupaban de cambiar el armario porque una marca de ropa lo anunciara. Veían cambiar el paisaje y se aprovisionaban para afrontar el invierno, es así desde el principio de los tiempos.
Es la naturaleza quien marca el ritmo, no es una casa de ropas, ni una marmota, la naturaleza en su infinita sabiduría traerá consigo el otoño (que siempre llega) y luego se lo llevará...
Y nosotros seremos testigos (si queremos) del maravilloso espectáculo que se nos brinda desde la ventana, desde cualquier ventana, sólo hay que saber observar  y pararse a escuchar los latidos de la tierra.

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