Estos tiempos de radicalismos
Vaya por delante que abogo por la
igualdad de género, que creo firmemente
que a igualdad de condiciones deber haber igualdad de sueldo, que no espero no
tener que pagar para entrar en el local de moda (si no pagas por el producto es
porque el producto eres tú) y que no estoy de acuerdo con ventajas tipo “los
goles de las chicas valen por dos puntos en la clase de E.F”, (esto lleva implícito un micromachismo,
partimos de la inferioridad física de la mujer).
Cuando hablo de igualdad,
hablo de igualdad, nada de matriarcados, nada de "las mujeres solas podemos", nada de este imperativo de la mujer como ser único, porque ( y esto es de perogullo) sin la colaboración del hombre, la raza humana se extinguiría. Igualdad, chicas, igualdad, no pisotear aplastar, ni estigmatizarlo, sólo por ser hombre.
Esta corriente de radicalismos
feministas, tipo, “no me depilo”, (que me parece perfecto, oye, yo lo hago
porque me parece más cómodo), o “corro una maratón con leggins blancos
menstruando y sin ningún tipo de protección para hacer visible y que deje de ser tabú el tema de la menstruación”, (a mí esto no me parece ni feo, ni
insultante, ni ofensivo, me parece incómodo y tonto, vamos que no creo que se vayan a
despertar conciencias de nada, pero bueno, es mi opinión), nos está dejando
una generación de hombres blanditos que , básicamente, viven acojonaos.
Ya no hay señores que se ofrezcan
a recogerte en casa, porque tienen miedo de que seas de las que no se depilan
la sobaquera y lo mandes a freír monas, no te proponen un plan para el fin de
semana, no sea que te sientas ofendida y/o reprimida bajo el yugo del
macho alfa y lo denuncies o algo, no te mandan un mensajito de ¿cómo estás?, no sea que te sientas
vigilada.
Habrá pues, que adaptarse a estos
señores que se han venío pa´tras y
que esperan que seas tú la que esté continuamente proponiendo planes, ¡joder y como agota eso!, vale un repartirse la tarea, que todo el peso es un poco rollo (vamos yo estoy agotá),
Que está muy bien lo de la
sensibilidad, y lo de la igualdad, que en los noventa molaba, pero tanta reivindicación, ha
terminado en las más absoluta y despiadada indolencia, en un sentarseaverlasvenirvaronil, que cansa, y mucho.
La caballerosidad ha muerto: elevemos una oración a los cielos, un réquiem por los caballeros vencidos en la cruel batalla de los radicalismos feministas.
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