Quince señales de que has dejado de ser tú, para ser tu madre.


Eres una mujer joven, atractiva, sales de fiesta, vas vestida según tendencias,  estás al día en redes sociales, y te consideras a ti misma el sumun del guaycismo,  del coolismo y de la modernidad.





Pero, de repente, un día,  te das cuenta de que te has convertido en tu madre, que no es que esté mal, es que juraste en arameo antiguo, que ni muerta harías o dirías esas cosas.









Pues querida amiguita, o estás  muerta (o casi) o tu madre ha tomado posesión de tus interiores y de tu voluntad si:


La moda de los tobillitos al aire, te parece absurda. 
Si por ti fuera le ponías a los niños unos calcetines gorditos, que” por los pies se coge mucho frío y un resfriado mal curao es lo peor”. 
Esto es extensible a la zona lumbar y/o riñonal: ver a una niña con la parte baja de la espalda destapada y querer acercarte a remeterle la camiseta interior (camiseta interior, otra reminiscencia maternal que ni existe ya), todo es uno.








No puedes evitar pensar que las rastas, el  pelo largo en caso de los chicos, o pelo en la cara sin una triste horquillita,  son sinónimos de malas compañías,  de pelo sin lavar y de gente que hace cosas raras. Lo grave es que en el insti te molaba un chico de pelo largo (ahora eso es incofesable).


Obligas a tu hijo y a ti misma,  a tomarte un zumo en menos de 30 segundos,  no sea que se evaporen las vitaminas (y te partías la caja cuando lo decía tu madre).









Vives convencida de que un puchero bien espesito, con su tocino,  su carne y sus garbanzos, cura mejor y más  rápido un catarro que un frenadol. 
Esto está comprobao,  una taza de puchero ha salvado de  más comas  etílicos en la feria, que todo el Samur y la Cruz Roja juntos.


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Por otra parte, ya no crees que la gripe esté causada por un virus y/o a una bacteria, una gripe es el resultado de haber dormido con el culo (o cualquier otra parte de la anatomía humana) al aire, y te parece normal, hacer una rondita nocturna por la casa,  remetiendo edredones y sellando a los niños en las camas para que no se  enfrien.




Abres la ventanas,  (todas) en cuanto te levantas. 
La casa se tiene que ventilar, aunque para eso se te salten las lágrimas del frío y eches humito por la boca al hablar mientras limpias,  y no, en esta modalidad de  pasar frío,  no está contemplada la opción de  pillar un catarro, porque ventilas precisamente para que las bacterias salgan por la ventana (y esto está cientítificamente demostrado).


Te obsesiona un poquito la limpieza, tu remedio infalible para todo es el amoniaco.


Ser capaz de sacar una mancha de vino de un mantel, es para ti la gran hazaña del siglo y se la cuentas a tus amigas, y lo cuentas en un foro de limpieza al más puro estilo heroína medieval, "pude con el  dragón".





Empieza a no parecerte tan aberrante la idea de ponerle una sábana al sofá,  cuando tu hijo pone las deportivas encima,  si ningún tipo de consideración, o se come una vaca chorreante, sin moverse del sitio.








Hace dos días eras incapaz de encontrar algo, ahora amenazas  a tu vástago con frases del tipo:

como vaya yo y lo encuentre, verás” y sorprendentemente lo encuentras (tienes superpoderes).



Con el primer calcetín o vaso que recoges ya vas murmurando frases del tipo “si no fuera por mí, te comía la mierda”.







No vas a una fiesta a menos que sea de día o tengas claro que te vas a poder sentar, y para defender tu paupérrimo argumento antes tus amigos dices:” anda ¿y a mí que se me ha perdido allí?.



Según te sientas sueltas un laaaaaaaaaaaargo suspiro y murmuras “es la primera vez que me siento en tooodo el día”, porque las horas de oficina, no entran en el cómputo de horas sentada, eso lo sabe todo el mundo.






Ante la evidente  carencia de argumentos que tienes casi siempre, terminas con un “lo digo yo, y punto” y eso zanja cualquier tipo de intento de discusión.


Crees que al niño le puede dar un aire,  no sabes ni lo que es, pero lo dices, por si acaso. 
Hace un par de días mi sobrina estaba poniendo caras raras y de repente le digo “niña no pongas esas caras, no te vaya a dar un aire, y te quedes como la Heidi,  a la prima de tu abuelo le dio, y se quedó feísima”. 
Al abuelo y al padre de la niña casi les da un síncope de la risa. 


Si además de todo, expresiones como:

Ponte bufanda
Llévate el jersey (en verano),  por si  refresca
¿Cómo me vienes a cuerpo gentil?
¿Eso es lo que has comido?, ¿te pelo una manzana?, has comido poco, ¿te hago un tortillita?
¡Virgen del Amor hermoso, como lleva esa niña la falda tan corta!
Por favor, ¿a este niño no lo ha visto la madre salir de casa con esas pintas?

forman parte de tus diálogos internos y externos (porque no te aguantas más y lo sueltas).
¡Enhorabuena!, es oficial, ya eres tu madre


 

Comentarios

  1. Puede que vaya caminito de ser mi madre, y no tengo ningún problema pero de momento muchas de las cosas que dices aun no las hago. Estaré atenta a los cambios en mi comportamiento. Abrazos

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  2. Me he reído a más no poder, jajajajaja

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  3. Jajajajaja.
    Jersey: prenda que hace ponerte tu madre cuando ella tiene frío.
    Este texto paródico y divertido, me hace pensar lo adecuado que resulta aceptar nuestra condición con los cambios que resultan del paso de los años. Resulta patético ver algunos intentos de parecer un joven de treinta años a un señor de setenta, de las señoras no hablo porque eso es políticamente incorrecto.

    Muy bueno.

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    Respuestas
    1. "Niño, ponte el yersis"
      Tienes razón mejor asumir la edad y las circunstancias , ir por la vida disfrazada de adolescente calzándose ya los 50, es más triste aún.

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  4. ufff tal cual
    desde que vivo sola, tengo mi hija me repeti un par de veces "soy mi madre" jajaja

    saludos

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  5. jejejejeje..cachis, tomaré nota porque ya voy teniendo algún que otro síntoma.

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