Po estoy que no sé ni lo que tengo.

Literalmente, la gente ve con toda nitidez la paja en el ojo ajeno, pero por alguna especie de ceguera transitoria y selectiva, la viga en el propio, como que pasa desapercibida.

Eso, o no conocen lo que es la vergüencita torera,  y hablan como si el interlocutor (en este caso servidora), fuera o fuese tonta y no supiera atar un par de cabos o sumar dos más dos. ( Me costó aprobar mates en la uni, pero las aprobé y esa parte, la de sumar,  no la llevaba mal del todo).

Resulta que la gente, por alguna razón que mis dignas entendederas no terminan de pillar,  pega la hebra conmigo, que no me lo explico, porque soy del tipo poner cara de acelga cuando no tengo ganas de expansión social, lo que es casi siempre.

Aparte de contarme experiencias, dolencias físicas y tirar de anecdotario general (que me interesa cero), me critican comportamientos (en otras personas) que ellos mismos en mayor o menor medida también tienen. Y yo me veo en el patético dilema de decir a todo que sí y ser más farsa que la pulsera que le dejó la abuela a Lola Flores, o ser la borde que habita en mis interiores y decir cuatro verdades bien dichas.

Al final me puede la flojera, las nulas ganas de discutir, y la ridícula idea de que a este ritmo de ir espantando gente, me voy a quedar como la zarzamora, llora que llora por los rincones porque oh, sorpresa, nadie me habla.

Lo que no me explico es la ganas de conversar que tiene la gente con el calor que hace, la levantera, la tensión baja, los muslos pegaos y las varices palpitando a lo largo y ancho de las piernas

En fin, que no sé qué tengo, que dolerme, así en concreto no me duele  ná, pero en general estoy como con ganas de revolearme o algo.