Todas las batallas


"Espero una salida feliz y espero no volver jamás".


A veces nos perdemos en un absurdo Universo de cosas por hacer y sentimientos por sentir, a veces queremos hacerlo todo y otras veces, no queremos hacer nada, a veces nos gustaría sentirlo todo y otras veces nos gustaría no tener alma.
En esa ciclotímica, especie de dualidad casi obscena , nos debatimos durante toda una existencia. 

Hay quien consigue sacar partido de sus cuitas, descubriendo algo que estaba muy escondido, en forma de música, de arte o de genialidades de cualquier tipo.

Magdalena Carmen Frida Kahlo, fue una de esas mujeres, capaces de hacer de su desventura, una extraordinaria manifestación artística.
Se movió en el ambiente de los grandes muralistas mexicanos de su tiempo,  compartió sus ideales con ellos y  huyó de las etiquetas toda su vida.

Frida Kahlo creó una pintura absolutamente personal, ingenua y profundamente metafórica al mismo tiempo, derivada de su exaltada sensibilidad y de varios acontecimientos que marcaron su vida.


Su vida  personal estuvo marcada con un tormentoso matrimonio con Diego Rivera.
El muralista,  tan genial como ‘monstruoso’,  hizo de su convivencia un infierno pero, también,  abrió a su esposa horizontes que sin él le hubiesen sido vedados: accedió, así a un ambiente intelectual, poblado de artistas de renombre y de políticos de envergadura.

La mayor parte de sus autorretratos están desprovistos de emoción, reflejan todo y nada, sufrimiento infinito, hieratismo, la nada. Frida, sus tormentas, su desapacible alma, Frida sola, Frida rota, Frida mentalmente devastada, Frida con una fuerza inconmensurable.





Y con esa Frida de mil torbellinos internos, con la Frida que navegaba entre la esperanza y la desesperación, con la que disfrutaba bailando y rodeada de gente, con la que amaba seducir, y a veces se sentía terrible y miserablemente sola, con la que rogaba no ser olvidaba, me iría de tequilas, con la desesperante desolación de saberse querida solo a ratos.


Hablar una noche entera con la mujer que supo renacer mil veces de sus cenizas y que escapaba cada día de sus infiernos, y tomarnos unos moles y pipián y unos tacos, con margarita y más tequila, y escuchar unos boleros y dejarla que saque sus demonios con su guitarra.
Y venga mesero, un tequila más, que hoy tengo el alma en pie, y no quiero llorar, que se viene la noche y hace frío, y tenemos mucho que contarnos aún, que nos revolotean los desarraigos, que nos duele el alma, que no nos queremos ir, que esperamos que los desconsuelos que se van, nos envuelvan el alma y nos apapachen las desesperanzas.

Fuerte, guerrera, la mujer de todas las batallas, espero aprender algo de ella, en una noche de parrandas, lágrimas y amargas penas. 


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