Y por fin la lluvia.

Creo que no he conocido el término medio en la vida y como se supone que en el medio está la virtud, cabe suponer que no tengo virtud.
No tengo virtud”, esto dicho así, tiene muchas connotaciones de todo tipo, ¿no?, vamos que me está entrando una angustia de la muerte, porque si alguna vez le hubiera dicho a mi abuela: “no tengo virtud” seguramente le hubiera dao  un jama.
Pues con la lluvia me pasa lo mismo: no tengo término medio, me gustar ver llover, me encantan los sonidos y los olores de un día tormentoso, y me hechiza ver los tejados mojados y las gotas salpicando los cristales.
La lluvia limpia las calles, las fachadas, los coches y hasta el alma, y siempre me ha hipnotizado (como el fuego en una chimenea) ver la lluvia caer,  pero me horrorizan el pelo encrespado, los zapatos mojados, los coches que salpican agua (sin miramientos, sin una puñetera disculpa), la espalda empapada, (porque aquí llueve de como desde abajo o de lao o algo raro),  los infernales atascos en la puerta del cole (ninguna madre, ninguna, incluso las que somos malasmadres, queremos que el niño se moje, pero llevarlo en coche hasta la misma puerta de la clase, no sólo no puede ser, sino que además es imposible).
A veces también me pasa con algunas personas;  me fascinan por unas cosas y me horrorizan por otras, y lo peor del caso es que a ratitos siento así como una especie de añoranza (que directamente no me da la gana de permitirme).
Así que, como soy incapaz de encontrar el puto equilibrio en nada, voy a intentar meditar un poquito o algo (si consigo despistar a este sentimiento raro de contrariedad que me persigue por momentos).
Estábamos todos  deseando soltar las chanclas y que el otoño se instalara en nuestras vidas, pero nos habíamos olvidado de que la exigua luz, la escasa duración de los días, y las lluvias, traen pésimos estados anímicos (esto tiene algo que ver con los biorritmos o algo, ¿no?) y ahí andamos todos,  unas veces animando a los demás y otras,  buscando el arrojo debajo de la cama, por si le ocurrió esconderse sin avisar.
En fin,  que  fiel a mi ciclotimia,  (esto es un autodiagnóstico, pero estoy convencida) unas veces me gusta mucho, mucho,  algo o alguien, y otras me pregunto “en qué coño estaba pensando”, unas veces ejerzo de cheerleaderoficial  y otras me pregunto dónde leches andan mis ganas de reír, unas veces (casi siempre) soy feliz y otras se me descuelga la sonrisa y no consigo encontrar nada que me reconforte (esto me dura muy poco, pero como soy un poquito dramaqueen, lo exagero mucho, más que nada para ver si alguien me hace caso, y no, no sirve de nada…).
A pesar de ser lunes, de las lluvias,de los fríos, de las tristezas (que trato de solventar)  de las personas que me rodean, estoy moderadamente feliz (que decía mi Aberasturi).
Os deseo un maravilloso comienzo de semana.




Comentarios

  1. La cara y la espalda de las cosas, con la lluvia me gusta tanto que le acepto todo lo que no te gusta, es sábado iba con niñas por la calle y mientras una intentaba meterse en los charcos yo lo hice (adrede) y empezó el juego, nada que una ducha caliente y papel de periódico dentro de los zapatos no arregle. Con las personas soy menos dubitativa, si no me gusta no me gusta ni con agua de rosas. Saltos y brincos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. jajaja, es que hay gente bipolar, que maravilla y horroriza a partes iguales. Como dices lo del pelo encrespado y los pies mojados es fácilmente solucionable.
      abrazos de colores!

      Eliminar
  2. Alicia, yo creo que la lluvia a todos nos encanta, pero verla entre cristales con un buen té y calentitos, sí, formidable. Pero tener que salir y si no te mojas la cabeza, te mojas los pies, eso ya no es tan agradable. Bueno y las personas... Si desde el primer momento no caen bien, ya no hay nada que hacer. Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. eso! sin tener que salir, no hay nada mejor que ver llover, bien acompañada por un té y un libro

      Eliminar

Publicar un comentario

Comentando que no criticando.

Entradas populares