Creo que soy el Grinch de la Navidad


Estos días,  ando, como diría mi abuela, de capa caída, curiosa expresión, por cierto.


La semana de la margarita (trabajar un día si  y un día no), a mi,  particularmente, me ha dejado hecha polvo: todas las mañanas eran lunes y todas las tardes viernes.






Siempre he dicho que no me gusta la Navidad, y me he llegado a sentir un poquito bicho raro, pero no es la Navidad lo que no me gusta, es esta especie de vivir de cara a la galería, lo que me molesta tanto, es este deporte del aparenting que todos practicamos,  lo que me descorazona hasta el punto de manifestar mi más profundo odio  a estos días.

¿Hace falta que empiece la Navidad  a mediados de Noviembre?, que estamos a 10 de Diciembre y yo estoy hastaelchichiymasalla de fiestas, cantes, gente en la calle, borrachosdecenadeempresaborrachosdetodalavida, cantamañanaspseudosolitarios, panderetas, pastores, pastoras, angelitos, turrones, mantecados, luces, bolas y demás accesorios navideños. Me pone de muy mal humor esta especie de simulacro de paz, amistad, buenos deseos, amiguismos y cariños de saldo. Y como cada vez empezamos antes, cada año, estoy más tiempo de mal humor ( y eso desgasta, y mucho).
El concepto íntimo y familiar de la  Nochebuena, me gusta,  me recuerda a mi infancia,  cuando las madres cocinaban y que nos dejaran jugar hasta tarde,  era un logro. Entonces las Navidades eran unas fechas entrañables, de encuentros, juegos, y cariños sinceros. 
Reunir a mi  japifamili,  no es tarea fácil, (este año hay ausencias irrecuperables) y aunque, terminemos hasta el pelo de que los niños no paren quietos, del estrés de mi padre con la cantinela de comemos muy poquito, de las actuaciones infantiles,  de los atentados del cuñi con el corcho del cava y  de los diversos experimentos culinarios, me gusta esa Navidad.
Para mí,  (que no soy ni muy cristiana, ni muy apostólica, ni muy romana), la Navidad es sinónimo de recogimiento, de paz, de disfrutar con la gente que amas de verdad, no con un desconocido que se pone a cantar a tu lado. Esto de ahora, este celebrar las fiestas en la calle, este parecer que no ser, no solo no me gusta,  sino que además, me pone entre triste y de mal humor.
No soy un monstruo; me gusta decorar mi casa con el buenhijo, que cada vez pasa más de la malamadre, me gusta llevar a las locas de mis sobrinas a ver belenes y tomar un chocolate caliente, pero en Navidad, ¡coño!, no a primeros de diciembre.




Resulta que ahora, en la benditatierra, se han puesto de moda las zambombas no improvisadas.
Se supone que la zambomba (por cierto zambomba no zambombá), tiene su origen en los patios de las casas vecinales. Ahí se reunían los vecinos aportando cada uno lo que tenía en casa para comer o beber  y cantaban y bailaban hasta la madrugá.
Ahora, la zambomba es contratar  un cuadro flamenco para que cante en una tasca, o en un bar, o en mitad de la calle, que ya han creado el Día de la Zambomba , que viene a ser como unos San Fermines en Diciembre, (gente de fuera y alcohol, mucho alcohol)
En las genuinas zambombas, todos los asistentes podían  actuar en cualquier momento, cantando, tocando algún instrumento musical o bailando los villancicos aflamencaos.
Ahora, de repente, todo tiene que ser perfecto y estético, para exportar al mundo la belleza de algo que ha pasado de ser un encuentro cálido y de sabores añejos, a ser una actuación aséptica, fría, y poco real, en la que se sirven gin tonics con bayas y pimienta rosa, en el mejor de los casos.
No me gusta, es como si con esta exportación le robaran un poco la identidad al Jerez de las tradiciones, como si adulteraran esa parte tan pura del pueblo, para hacer  de eso,  algo que se puede vender.
Esto es lo que no me gusta de la Navidad, este adulterar las cosas bellas para prostituirlas con sucedáneos de autenticidad. 
¿Disfrutamos o fingimos que disfrutamos para luego colgarlo en las redes?,¿prestamos atención, de verdad,  a lo que importa?, ¿estamos más pendientes de que todo quede bonito, que de disfrutar?,
¿No nos estamos obsesionando con estar en todas las fiestas para, básicamente grabar un rato, dejarse ver y salir corriendo para la siguiente?, ¿no estamos demasiado pendientes de salir en la foto?
Estas fechas se están quedando reducidas a cenar con los compañeros de la empresa, dejarse ver mucho, muchísimo, prometer a los amigos que frecuentamos menos, cafés (que  se quedan en el limbo de las cosas que no se dicen y de los momentos que no se viven),  mandar una difusión ridículamente impersonal a mil contactos, idear el plato más exótico o pedirlo a un restaurante y comprar, comprar y comprar regalos, como única muestra de afecto.

Por mi parte, prefiero menos presentes de los que se pagan con dinero y más de los que no se venden.
Quiero recuperar (aunque sea un ratito a la gente que se fue para no volver), quiero un abrazo de mis amigos que están lejos, quiero un brindis con mi gente de verdad, quiero que no me intenten vender cariños baratos de un momento, quiero volver un instante a ver a la niña que fui, para decirle que exprimiera al máximo esa inocente felicidad, porque eso también se acaba, quiero recuperar la ilusión que perdí, cuando me dejé arrastrar por los estreses, las compras, las fiestas, los vestidos de brillibrilli,  los platos imposibles, las prisas, la vida, en fin, de los adultos de hoy.
¿Soy el Chunguigrinch  por abominar este escaparate en que se ha convertido la Navidad?
Seguramente un poco sí, pero para que veáis que algo de estas fechas sí me gusta,  y que tengo corazoncito, (un poquito magullado últimamente), os pongo a mi Miguelito, mi prefe.







Comentarios

  1. Si tu eres bicho raro,pues también yo lo soy,NO ME GUSTA LA NAVIDAD!!!!!!
    abrazos

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  2. Me apunto al club, porque a mi tampoco me entusiasma la navidad. Besos

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    Respuestas
    1. Tiene que haber un sitio en el Planeta al que nos podamos ir y volver el siete de enero

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