El destino
Me ronda la cabeza una pregunta que se han hecho muchos
hombres y mujeres desde que el mundo es mundo:
¿Creéis en el destino?, ¿está escrito
en las estrellas como dicen los románticos?, ¿forjamos nuestro propio destino?
Para los deterministas, todos los pensamientos y acciones
humanas se encuentran causalmente producidos por una cadena de causa y
consecuencia.
Para el determinismo fuerte, no existe ningún suceso que sea azaroso, mientras que el determinismo débil sostiene que existe una
correlación entre el presente y el futuro sometida a la influencia de sucesos
aleatorios.
En algunas religiones, el plan
para cada uno de nosotros, lo escribe Dios.
En otras, como la católica, Dios ha dotado al hombre de libre albedrío (una forma muy cómoda de eludir responsabilidades), con lo cual, no existe un plan trazado por el creador.
En otras, como la católica, Dios ha dotado al hombre de libre albedrío (una forma muy cómoda de eludir responsabilidades), con lo cual, no existe un plan trazado por el creador.
Después una tragedia aérea, sale
una lista de pasajeros, que no tomaron ese avión por diversas circunstancias, y
no podemos evitar pensar “no era su momento”.
¿Por qué alguien que debía tomar ese vuelo, se queda en tierra?, ¿qué misteriosa combinación de acontecimientos le hace librarse de una muerte segura?
¿Por qué alguien que debía tomar ese vuelo, se queda en tierra?, ¿qué misteriosa combinación de acontecimientos le hace librarse de una muerte segura?
Solemos recurrir al destino
cuando las cosas no salen del todo bien o cuando no salen cómo queremos “quizás
no era para mí”, no pensamos que el hecho de que algo no salga tal y como habíamos planeado, no tiene que significar que vayan mal.
Nos empeñamos en buscar respuestas a desventuras, a sinsentidos, porque es absolutamente desolador, por ejemplo, que muera un niño pequeño y no haya una respuesta, buscamos consuelo en religiones, esoterismos, destinos, conjuros y demás alivios espirituales.
Nos empeñamos en buscar respuestas a desventuras, a sinsentidos, porque es absolutamente desolador, por ejemplo, que muera un niño pequeño y no haya una respuesta, buscamos consuelo en religiones, esoterismos, destinos, conjuros y demás alivios espirituales.
Cuando hablamos del destino, influenciados por las miles de comedias románticas que vemos (yo la primera), pensamos siempre en dos personas destinadas a encontrarse, la palabra destino lleva implícita un tinte romántico, sensiblero y misterioso, que nos encanta y horroriza a partes iguales.
Tendemos a pensar que todo pasa
por algo, que cada persona que se pone en nuestro camino tiene una misión, que nuestra
media naranja (o medio limón) anda por ahí buscándonos como un alma en pena y
en cada intento fallido, no ya de relación, sino de conocimiento de alguien, pensamos:”no,
no es esta persona”, como si cuando encontráramos a la persona destinada a
estar en nuestra vida, fuéramos a oír violines.
Es más fácil pensar que todo
pasa por algo, que al otro lado de nuestro hilo rojo hay alguien que nos
espera, según esto, ¿deberíamos sentarnos a esperar?
Si mi futuro es padecer cáncer
de pulmón, da igual que fume o no, ¿no?, da igual que vigile mi colesterol, si
mi destino es que me estalle una arteria, aunque me tome diez danacoles diarios , me voy a morir igual, ¿no?
Sería bonito creer en el
destino, hay una película de estas tontorronas americanas (Only you) en la que el prota le
pregunta a un abuelete italiano:
- ¿Cree en el destino?
- Ognuno crede nel destino, è
scritto nelle stelle
¿Y sí...?
¡Feliz Lunes!
Yo prefiero pensar que podemos cambiarlo. Un beso.
ResponderEliminarA estas horas no estoy tan filosófica como tú, me muero de hambre.
ResponderEliminarMejor vivir cada momento...
ResponderEliminarSaludos
Considero que las estrellas inclinan pero de nosotros depende tomar las decisiones
ResponderEliminarY si creo que venimos y estamos por algun motivo que luego de realizado nos vamos sim importar la edad.
Cariños
Al otro lado del hilo rojo, debería haber una mano si el hilo no se ha roto. No se nunca si creo en el destino o en la casualidad. Abrazos saltarines
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